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viernes, 1 de septiembre de 2006

Kike

Hoy me he acordado de Kike.
Apareció en mi vida cuando yo apenas tenía 14 años y no me afeitaba. El, lo recuerdo como si fuera ayer, apareció con una camiseta naranja, horrible, como sacado de un dibujo animado, de un psiquiátrico, o de una peli donde se humilla al más tonto irrumpió en mi vida, sentándose en primera fila, en aquel sitio que nadie quería.
Kike no parecía tener muchas luces, y sin embargo, su espeluznate letra, temblorosa y desproporcionaba, escondía una vida llena de sin sabores, de desgracias, de momentos invividos e invivibles. Aun así Kike consiguió el número uno de nuestra promoción.
Kike sólo suspendió una asignatura en su vida: Biología, el curso que tuvimos que abrir aquel hamster para ver como funcionaba por dentro. Se negó, y sin embargo se hizo médico. Se hizo médico, porque Kike podía ser lo que quisiera, porque tenía nota para hacer lo que quisiera... siendo tan tonto como siempre y dotado de tan pocos recursos sociales como para entablar una amistad, o reflexionar en voz alta cualqueir cosa que no pareciera ridícula.
Kike después de estudiar medicina, estudió oncología, creo yo, porque sus padres murieron, ambos de cáncer, o porque sintiéndose deshauciado de esta vida, quiso estar al lado de los que ya no tenían vuelta atrás. Y se especializó en oncología, porque tenía inteligencia, tiempo y dedicación, para ser el número uno.
Sin embargo cuando hace un par de años lo ví por casualidad, me explicó que estaba en el laboratorio del hospital, analizando cacas. Creí que no servía ni para darse cuenta de que había abandonado un trabajo vocacional por uno puramente mecánico. El, sin embargo, me explicó que lo dejó porque aquel trabajo en oncología era muy triste, porque los pacientes se le morían.
Me reí, sintíendole inferior una vez más en esta vida.


Hoy me he acordado de él, porque empiezo a estar harto de que se muera la gente, la gente que está bien, o superficialmente bien.
Cuando me fuí de vacaciones David estaba perfectamente regular. Me había invitado a un café y habíamos estaod hablando del cabezazo de Zidane; antes me había contado de aquella chica con la que se había pasado una semana sin salir de casa, con ese acento argelino, que él perjuraba era de Marsella.
El chino ha muerto me decía Maria esta mañana... Ya hace un par de semanas, murió en prisión.
- Joder - sólo he podido pensar yo, y se me ha entristecido el alma, aunque mantenía la sonrisa en la cara. La gente se muere, pero es jodido morirse en prisión. Ya se murió Huercio, y antes López F... Bueno, y muchos más que yo no voy a ver; pero de nuevo la vida me sacude mis raices y me recuerda que lo que hoy tengo mañana no estará.

Termino recordando a Diógenes (perdonad la pedantería), cuando dice que sólo nos hará felices aquello que tenemos y no aquello que tomamos prestado de la vida, todo aquello que no nos llevaremos a la tumba, todo aquello es irrelevante. Pero si me llevaré el recuerdo de Huercio, del Chino, y lo vivido junto a ellos: las lágrimas, las risas, los abrazos.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Y mientras seguimos haciendo planes...

Rafa dijo...

El Chino es David, el del 8 de junio, el del trebol de cuatro hojas que sigo llevando en la guantera del coche

Anónimo dijo...

Te quiero. Así, tal como eres. Un beso grande

Anónimo dijo...

Pero si tienes sentimientos!. Tu frialdad, tu variabilidad, y tu especialidad en hacer sentir a la gente lo peor y que encima la culpa es de la gente y no tuya, siempre me lo han hecho dudar.

Rafa dijo...

lo peor de los anonimos es que no se si el primer anónimo es del mismo 2º anónimo.
Un beso a mi esquizofrénica anónima