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domingo, 15 de noviembre de 2009

Olores

Me vienen reminiscencias de mi infancia con el olor que me sorprende al salir a la calle.
no hay visiones, ni sonidos, ni colores que me lleven tan directamente a mi pasado,
el olor de lo inesperado, de lo que hacía tiempo que no olía me lleva a imágenes del ayer.

La primera situación viene al cruzarme con alguien. No me giré a ver quien era, ni que edad tendría, pero si que directamente reconocí el olor "Brummel", el perfume de garrafa, de las distancias cortas, donde un hombre de verdad se la juega. No me viene la imagen del anuncio sino la de la navidad. Siendo niño no hay perfumes, más allá de las colonias frescas, que de tanto usarse han borrado los momentos, pero si, el día de navidad, la noche de nochebuena, para salir a la misa del gallo, hacíamos un exceso, o un defecto, y nos envolvíamos en el olor de la Brummel. La noche, los abrigos, la raya a un lado, el calor humano en aquella celebración, los colores de la piel, los saludos a mucha gente, las felices navidades, no las traía Papa Noel, casi más bien las traía Brummel, por eso al cruzarme con aquel perfume, volvió a ser Nochebuena en mi imaginación.

Sigo andando y entonces el olor a pintura de pared me lleva de repente al calor del verano, al estanque de riego de mi abuelo vacío, y nosotros sin camiseta dentro, rascando las paredes mientras sudábamos, para luego pintarlas de azul celeste. Permanecería la piscina vacía, humeando ese olor a pintura fresca durante tres días. Luego cuando la llenábamos, la claridad del agua, su frescura, el color interior de aquel lugar se mezclaban aún con el olor a pintura, y nadábamos en una piscina nueva, esa era nuestra sensación.

El tercero de los olores que me llegan esta mañana lo recojo cuando salgo de la ciudad y me dirijo por un camino, para adentrarme en la huerta. Dos olores que terminan por invadirme. El primero es el del estiercol. Un olor a vaca que me tranquiliza, me recuerda al campo, no a ese que veo, sino al de antes, al que estaba lleno de vacas, y nos tirábamos desde la ventana, a montañas de paja, para rebotar. donde nos escondíamos, y jugábamos en el haz de luz que entraba por la ventana de la que antes habíamos saltado. Me recuerda al campo, a la tranquilidad, a la libertad, aunque huela a mierda, pero es libertad al fin y al cabo.

Termino mi camino al lado de la casa, me siento en el portal y me viene el último de los aromas, esta vez a Zotal. Me muerdo el labio inferior, cierro los ojos y soy capaz de visualizar el patio interior de la casa de mi abuela, fresco, recien regado y con olor a zotal. Yo dentro de un barreño, en la sombra del verano, chapoteando. Sonrío. Pienso que el olor es capaz de transportarme más profundamente de lo que lo haría cualquier sonido, cualquier imagen, cualquier palabra.

Benditos olores

1 comentario:

Estels dijo...

Porque será que cualquier tiempo pasado siempre nos parece mejor?