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sábado, 8 de noviembre de 2008

Viernes noche, 1 de la noche.

Os pongo en situación.
Viernes noche, cerca de la 1 de la nueva madrugada.
Paseo feliz por el centro con las manos en los bolsillos,
con ganas de pegar un salto, de gritar
de una alegría incontenible que me inunda
por algo que ahora no viene a cuento,
bueno sí, he cenado con una chica;
no la he besado, ni me la he tirado,
ni tan siquiera me ha cogido de la mano,
sólo me escuchaba y me sonreía,
y yo me he sentido náufrago de aquella sonrisa,
y veía que tras mis palabras
ella ponía su escucha atraída
doblaba el cuello avida de disfrutar el momento.
Y ya, no hubo más, ella se fue porque se tenía que ir,
aunque como dijo ella "me quedaría más rato",
y yo volaba en una nube de regreso a casa,
pero todo eso no viene al caso.
La historia es que volvía por aquella calle
infestada de restaurantes.
El tuyo estaba enterrado en un semi sótano
y unos cristales nos separaron, tu allí fuera
de cara a lo que pasaba en la calle
y yo allí fuera, curioso observando, de paso,
lo que pasaba allí dentro.
Cuando se cruzaron nuestras miradas
tu te habías llevado el vaso a la boca,
y yo, te prometo que nunca lo había hecho,
me puse de repente, a hacer el gilipollas.
El agua, el vino, la cocacola, o lo que fuera aquello
empezó a emanar por tu nariz, dirección a tu copa
mientras yo me descojonaba mientras seguía andando.
Eso fue todo

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