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miércoles, 10 de marzo de 2010

Sueños

Cerca de la ciudad de Alejandría vivía un hombre honrado en una casa solariega en la que había un jardín. En el jardín había un pozo artesiano y al lado del pozo estaba plantada una frondosa higuera. En la fachada de la casa estaba colocado un reloj de sol que marcaba el paso de las horas durante el día.
Este hombre sueña, durante varias noches seguidas, que detrás de una losa más oscura que las otras que hay en el templo de Alejandría está escondido un tesoro de incalculable valor. Y guiado por los sueños, decide hacer un viaje a la ciudad de Alejandría y buscar esa losa detrás de la cual espera encontrar el tesoro.
Ahorra dinero y, cuando ya lo tiene, emprende el viaje llevando una herramientas que le permitan buscar detrás de la losa. Llega de día, se esconde porque no quiere que le vean y, cuando se hace de noche, a la luz de la luna, sale de su escondite y empieza a buscar esa losa con la que ha soñado insistentemente. Pero tiene mala fortuna porque, después de tres horas de búsqueda infructuosa, es sorprendido por la policía que le conduce ante juez al que previamente han explicado lo sucedido. Al ver al hombre en su presencia, el juez le dice sin dilación ni rodeos:
- ¿Se puede saber qué hacía usted en el templo a esas horas de la noche?
El hombre responde con toda sinceridad, preocupado por las consecuencias de su clandestina exploración:
- Soñé, durante varias noches seguidas, que detrás de una losa más oscura que las otras que estaba en el templo se encontraba escondido un tesoro de incalculable valor. Y vine a buscarlo.
El juez, calmadamente, le responde:
- ¿Cómo es usted tan ingenuo, tan insensato, tan crédulo, tan ridículo? ¿Por qué le hace caso a los sueños? Usted tiene que guiarse de la realidad, que es la que nos habla de forma fehaciente. Vaya para su casa, olvídese de los sueños y guíese sólo por la realidad. Porque, mire usted, yo también he soñado que en una casa solariega cercana a la ciudad de Alejandría, en la que vive un hombre honrado, en la que hay un jardín, en el jardín un pozo, al lado del pozo una frondosa higuera y en la fachada de la casa un reloj de sol, se encuentra enterrada, al lado del pozo, en dirección al norte y a tres metros de profundidad, una arqueta de hierro que contiene quinientas monedas de oro. Pero, ¡qué ridículo sería pensar que esto es cierto! Váyase para su casa, olvídese de los sueños, yo me olvidaré del incidente del templo, y haga usted caso solamente a los hechos.
El hombre escucha atentamente al juez, le agradece su consejo, se despide de él y va precipitadamente a su casa. En cuanto llega, sin dormir siquiera, agarra un pico y una pala y empieza a cavar allí exactamente donde el juez había soñado que estaba escondido el tesoro. Y, en efecto, al lado del pozo de su casa, en dirección al norte y a tres metros de profundidad, encuentra una arqueta de hierro con quinientas deslumbrantes monedas de oro.

De un cuento que le escuché el otro día a Santos Guerra

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