A existir, que es para mí desaprender la prisa.
Soltar los músculos de mi corazón y dejarlo latir a su ritmo.
Volver a estar en el calor del sol sin pensar el calor.
Comer cuando el hambre tiene hambre
y obedecer el sueño que llega cuando la noche llega
y la oscuridad cubre las cosas,
y las cosas en la oscuridad pueden descansar.
De nuevo estar. Estar y ver.
Y verlo todo lo que está tal como es,
sólo mientras está hoy, como no sabemos si estará.
La mujer que buceó en el corazón del Mundo
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