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jueves, 19 de febrero de 2009

Apasionado

Si algo me llama la atención de la vida de San Agustín es la pasión que le pone a las cosas que hace. Cambiará constantemente de ideas, de pensamiento, pero siempre las defenderá apasionadamente, pensando quizás, que las cosas que merecen ser hechas,... merecen ser bien hechas.
Además, San Agustín tenía dotes. Primero destacó en el estudio de las letras, desarrolla una gran elocuencia. Luego desarrolla una irresistible atracción hacia el teatro. Luego destacó por su genio retórico y sobresalió en concursos poéticos y certámenes públicos.
A los diecinueve años se le despertó un espíritu de especulación y así se dedica de lleno al estudio de la filosofía. Incansablemente busca respuesta al problema de la verdad, Agustín pasa de una escuela filosófica a otra sin que encuentre en ninguna una verdadera respuesta a sus inquietudes. Finalmente abraza el maniqueísmo creyendo que en este sistema encontraría un modelo según el cual podría orientar su vida, convirtiéndose en un pilar importante de este pensamiento. Varios años más tarde la abandonará, convirtiéndose en un escéptico.
Admirado más adelante en su vida por las predicaciones y el corazón de un obispo de Milán. Entonces decide romper definitivamente con el maniqueísmo. Entonces decidió vivir en ascesis y leer los escritos neoplatónicos, convirtiénse en un nuevo teórico del pensamiento platónico. Más adelante se centra en el estudio formal y metódico de las ideas del cristianismo. A los treinta y tres años de edad, es bautizado. Una vez bautizado se retira para hacer vida monacal. Años después esta experiencia será la inspiración para su famosa Regla. A pesar de su búsqueda de la soledad y el aislamiento la fama de Agustín se extiende por toda la comarca. Pocos años después es elegido por la comunidad para que fuese ordenado sacerdote. Tan solo cuatro años después es consagrado obispo. Como obispo predica a todo tiempo y en muchos lugares, escribe incansablemente, polemiza con aquellos que van en contra de la ortodoxia de la doctrina cristiana de aquel entonces, preside concilios, resuelve los problemas más diversos que le presentan sus fieles. Se enfrentó a maniqueos, donatistas, arrianos, pelagianos, priscilianistas, académicos, etc.
Con esta retaila de sucesos no me queda más que admirar su figura, y creer que merece esa santidad. No por ser cristiano, ni luchar incansablemente, sino por su PASION, por su capacidad para entregarlo todo a la causa que cree justa. Por su capacidad para reconocer que se equivoca, por su capacidad para cambiar y no disminuir su pasión por lo que hace
Por eso, y no por otras cosas, me siento atraído por San Agustín

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