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domingo, 14 de febrero de 2010

11 de mayo de 2008

A pesar de mi timidez, una palabra me bastó para conquistar el corazón de la persona que más quiero y que más me quiere.
Yo conocía a una chica desde hacía muchos años. Ella era la compañera de piso de una amiga mía. Mi amiga sabe lo parco en palabras que soy, así que no le extrañó que, cuando coincidíamos los tres en su piso, yo no dijera nada. Supe desde el momento que la conocí que ella era el amor de mi vida.
A ella, no sé muy bien porque razón también le gusté, pero ella no me lo dijo, y mucho menos lo hice yo. Nunca hubo una declaración de amor pero, sin embargo, empezamos a hacer cosas juntos. Nunca era tomar café ni cenar, siempre era alguna actividad, y muchas veces actividades donde venían más amigos, pero los amigos (eso me lo han dicho luego) ya decían que entre nosotros había mucha química. Hablábamos de muchas cosas, pero algo de lo que nos gustaba mucho hablar era de música. Ella me había dicho que le gustaba la música de Jorge Drexler y de Michael Bublé. Yo de Drexler había oído algo, pero no sabía quien era Bublé así que me compré todos los CDs y si no los compré si los escuché. Había salido la Cara B de Drexler en esos momentos y se la regalé. Era la música que acompañaba mi día a día; había fantaseado con sus letras y me había imaginado siendo yo el protagonista de ellas. Me sabía los guiños, los comentarios de Drexler,… Entonces me enteré que Drexler iba a cantar a una ciudad cercana. Nosotros vivíamos en otra ciudad donde tocaba un día antes o un día después, no lo recuerdo. Lo que si recuerdo es que compré dos entradas, para ella y para mí, para ir a verlo a esa ciudad cercana, para disfrutar una hora más de su compañía en el coche, de la que no hubiera podido disfrutar de haberlas comprado en nuestra ciudad. No recuerdo ya si le puse una excusa o no hizo falta ponérsela. El caso es que el 11 de mayo del 2008 estábamos en el Auditorio de aquella ciudad para escucharlo. Cantó todos sus éxitos y nosotros susurramos sus letras. Hasta que en un momento dado, como también ocurre en el disco, el paró el concierto y preguntó que canción queríamos que tocara. Como un resorte, fruto de imaginarme un momento como aquel, y sin que lo controlara (juro que no fue premeditado) una voz clara y fuerte se levantó antes y más fuerte que ninguna sobre el resto del auditorio: “Raquel”. Quizás no sea una historia de amor, pero si es el nombre de la persona que tenía a mi lado. Ella con fuerza puso su mano sobre la mía y cuando Drexler dijo, que no sabía si recordaba los acordes, pero que lo intentaría, Raquel me miro a los ojos, se puso a llorar con los primeros acordes de la canción y me besó. Yo no pude decir nada hasta que acabó la canción. Fue entonces y sólo entonces cuando me atreví a decirle mi primer te quiero y, desde entonces hasta ahora, estamos felices, comiendo perdices, y escuchando a Jorge Drexler y a Michael Bublé, lo que pasa es que con este último aún no tengo ninguna historia que contar.

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