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sábado, 10 de septiembre de 2011

Profesores

Me descubro ante miles de profesores que hacen verdadera alquimia,
convirtiendo el agua en vino hora tras hora, año tras año.
Siempre hay motivos para rendirse, para tomarse un descanso, para dejarse meter un gol,
sin embargo sus aulas siguen siendo laboratorios
donde se desarrolla el conocimiento y se buscan las estrategias
para convertir lo imposible en cierto.
No es el caso de todos.
No es verdad que todos los profesores estén en el instituto para enseñar
ni tampoco es verdad que todos los alumnos vayan a aprender.
Hay profesores que estaban allí para ganarse un sueldo
y alumnos que lo único que hacen es obedecer.
Evaluamos y valoramos continuamente,
sin embargo ¿quien valora y evalúa nuestro trabajo?
No estoy hablando de premios de excelencia ni de procesos de calidad,
no estoy hablando de programaciones ni memorias.
Si los jóvenes no aprenden, y nadie te echa la culpa de ello
no es que no tengas la culpa
es que nadie ha sabido como llegar a ti,
pero eso no te exime de tu responsabilidad,
eso no hace inexistente el fracaso que tu has obtenido
o la inútil del tiempo perdido de aquel niño que no aprendió
lo que tu querías enseñarle.
En ese proceso de alquimia está crear:
imaginar lo que no existe es fácil,
en cambio imaginar lo que existe, exige conocer.
Sin embargo, encontrarnos discutiendo nos recuerda que tampoco tenemos mucha fuerza
y aunque lo sabemos, es distinto saberlo que acordarse.
Creo que no conviene acordarse todo el rato,
dedicar demasiado tiempo a pensar en ello
porque hay otras cosas que hacer.
Enseñar a aprender

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