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martes, 15 de agosto de 2006

Los aviones

De un tiempo a esta parte los aeropuertos ya no son lo que eran en mi vida.
Hubo un tiempo que ir a un aeropuerto era como ir a una boda.
Me arreglaba, me duchaba justo antes de partir,
me afeitaba la barba de tres días
y elegía con precisión la ropa que me iba a poner.
Me perfumaba y me ponía mis mejores galas.
Estaba pendiente de todo y de todos
y el corazón se me aceleraba a medida que se iba a cercando la hora,
no dormía la noche anterior, pensando como estaría
la gente que iba a estar esperándome en el otro aeropuerto.
Pensaba que les diría, una frase lapidaria
que les demostrara lo mucho que les había echado de menos
o las ganas que tenía de volverlos a ver.
Hoy ya no es así: Ni me afeito ni me ducho
ni tan siquiera hago la maleta hasta diez minutos antes de partir.
Me pongo lo que no me acordé de meter en la bolsa
aunque fuera lo mismo que ayer me puse para ir a la playa.
Me acompañan hasta el aeropuerto, pero ya ni bajan del coche.
Nos despedimos como si nos fueramos a ver mañana,
apostillando cualquier despedida con un: ¡gracias por todo! De verdad.
Y ya, lo demás es rutina, incluso llegar al aeropuerto de destino,
porque allí nadie me espera, más que mi coche
que espero que esté, y cuando llegue a casa,
tampoco nadie me esperará.
Sólo mis cuatro paredes y las sombras que pueblan los pasillos

3 comentarios:

Dulcinea dijo...

ayssssssss....¡¡ siempre es un placer el reencuentro...aunque sea con tu coche¡¿o no?

Dulcinea dijo...

Por cierto...me encanta ese Centil 12 que tienes¡¡jaja. Ya te vale¡¡

Anónimo dijo...

no te duchas? uy uy uy que mal eh jjjjjjjjjjjjj

Rafa Rafa! en Huelva hay una niña chiquitaja que desea darle pronto un abrazo bien fuerte...se te quiere mucho..........