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miércoles, 16 de febrero de 2005

Philomeno

A Philomeno lo conocí cuando mandar una carta dentro de españa costaba 17 pesetas. Que es como hablar del siglo pasado, o más de media vida atrás. Era Agosto de 1986. No teníamos nada en común (bueno, algo tendríamos, pero no mucho), ni tan siquiera me fijé en él, ni él en mí. Eramos dos personas que habían coincidido en el tiempo y en el espacio. Lo recuerdo junto a otro tipo, un tal Sebas, en el que quizás si me fijé. Entablaríamos una o dos conversaciones en esa semana en el que el tiempo nos juntaba, y luego si te he visto no me acuerdo.Yo soy un chico tímido, prefiero las distancias largas; así que cuando llegué a casa (bueno, no el mismo día que llegué) me decidí a adentrarme en el fabuloso mundo de los mails, pero en el manual. Nunca había escrito una carta, y nunca me la habían escrito a mi, si exceptuamos propagandas varias con el "franqueo pagado". Así que mi primera carta se la escribí al tal Sebas; y casi por inercia la segunda tenía que ir a su amigo Philomeno. Tuve que escribir un par de cartas más a ambos para darme cuenta que Sebas nunca me escribiría, y que la paciencia tenía que convertirse en una de mis armas, si quería esperar la correspondencia de Philomeno... Pero llegó. Aún recuerdo la primera carta, totalmente insustancial, escrita en un folio, doblado par formar un avión de papel, y con una letra casi ininteligible, parodiando a Suarez (si, si, habéis leído bien... "Puedo prometer y prometo, que con toda seguridazzzzz"). Pero lo que son las cosas, a la primera carta le llegó la segunda y a la segunda la tercera. Y lo insustancial empezó a coger sustancia. Volvimos a emplazarnos un año despues, en el mismo lugar y a la misma hora, como si fueramos secretos enamorados, y fluyó de nuevo, no sin una seria dificultad, la correspondencia. Así nos fuimos viendo, ritualmente, sin faltar ni una vez, cuatro años. Las cartas también fueron apareciendo y encontré al amigo que necesitaba. Una persona lejos, que no me juzgara por lo que le pudiera contar y que me supiera escuchar. El amigo perfecto para contarle lo que a nadie más le podía contar sin necesidad de mirarle a los ojos ni avergonzarme. Y así se fue convirtiendo en mi confidente. Quizás mi adolescencia se pueda encontrar mejor expuesta en casi 100 cartas que le habré escrito (creo que no he exagerado, el número es aproximado). Sin embargo cuando nos veíamos la relación se convertía en más... tímida.A partir de los años noventa, la relación creo que cambió, nos fuimos viendo un poco más, alargando nuestros relatos, y teniendo más cosas en común. Creo que había más complicidad. Se había convertido en algo más que un hermano, lejos de ser uña y carne, si empecé a sentirme con él, acogido (buscaba una palabra que no estuviera gastada por el uso).Hemos vivido desde entonces muchas cosas juntos, quizás media docena de veranos, luego andamos juntos de su casa a la mía, viajamos a los Madriles, a Estrasburgo, Son del Puerto, Nogeras, Albarracín,... Nos despedimos cientos de veces en aeropuertos y cientos de veces nos volvimos a reencontrar, compartimos asociaciones e interesesm, nos conocimos amores y desamores, encuentros y desencuentros. Y lo que son las cosas, incluso compartimos en alguna ocasión asiento en la universidad, antes habíamos compartido el mismo asiento en Mestalla, y mesa en su casa, y en la mía.Y sin embargo recuerdo alegrías, pero no tristezas a su lado.
En fín, Más de media vida juntos.
Ahora pienso que tenemos más cosas en común de lo que creía al principio.Sin embargo cuando lo veo sigo sintiendo esa vergüenza que decía, al principio, quizás no la misma vergüenza, pero una similar, porque si antes era por saber que tenía frente a mi a la persona que entonces más sabía de mí, ahora la que tengo es una vergüenza agradecida, de saber que si él, mi vida no sería la misma.Gracias

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Casi me haces llorar cabronazo...

Muchas gracias por todo lo que dices, sabes que el cariño es recíproco.

Es una pasada total que el verano del año que viene se cumplan 20 años desde que nos conocemos. Son muchos años y muchos recuerdos. Muchas vivencias compartidas, tanto codo a codo como a 261 km. marítimos de distancia... y al final, el destino (o el amor, ya lo contarás en mis 100 amores II o III, no quiero arruinarte un futuro relato, jejeje) quiso que te vinieras aquí a vivir "para siempre".

Nuestra amistad ha pasado por muchas fases, pero siempre ha estado ahí y para mí es algo muy importante, una cosa que llevo dentro y de la que podré presumir ante mis hijos e incluso mis nietos (si es que los llego a tener, claro).

En fin, que muchas gracias por tus palabras. Cuídate ¿vale? Quiero verte dando saltos pronto ;)

Anónimo dijo...

Bienvenido a este mundo paralelo de los blogs...bonito post sobre la amistad, si señor.
:)