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viernes, 26 de agosto de 2011

El Dios de las pequeñas cosas

Cuando el llegó, después de tanto tiempo de espera,
el aire parecía estar plagado de pensamientos y cosas que decir,
pero en momentos como ésos sólo se dicen pequeñas cosas.
Las grandes cosas permanecen dentro , sin decirse.
El deseo que tanto había acumulado parecía que se desbordaba
cuanto más cerca parecía la llegada de la hora de amar de noche
al hombre al que sus hijos amaban de día.
Habían conseguido con toda aquella espera,
que lo impensable fuera pensable y que lo imposible sucediera.
El deseo estaba esperando el momento de salir,
como las palabras dentro de un lápiz.
Llegaba la noche y habían dejado de pensar.
El tiempo de pensar había llegado y se habría ido.
Él se puso a temblar, un poco por el frío, un poco por el miedo,
un poco por el dolor del deseo.
Entonces el último pensamiento apareció de manera esporádica en su mente:
¿qué puede pasar? ¿Qué lo pierda todo?
Un beso turbio le borró el pensamiento,
un beso que exigia otro beso a cambio.
Sólo entonces su cuerpo desapareció
Sólo existía la parte del cuerpo que donde ella tocaba,
el resto de su cuerpo era humo.
Empezó un movimiento rítmico,
la coreografía que la danza ofrecia,
se veía marcada con cada estremecimiento de placer.
Sólo entonces supe que había llegado
lo que tanto había ansiado.
Unos ojos empañados estaban fijos en otra mirada

Versión libérrima de estractos de "El Dios de las pequeñas cosas" de Arundhati Roy

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