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viernes, 22 de diciembre de 2006

Umea


Salí a pasear por Umea, ayer, aprovechando que el día salió bueno, las pocas horas de luz que nos regala el invierno y que la temperatura no bajaba de los 10 bajo cero. Me senté bajo un árbol, añorando mi tierra y me puse a llorar. Afloraba en mi un calor que fue capaz de dar color a mis mejillas y evitar que mis lágrimas se helaran en mi rostro, pero todo se disipó, la luz, el calor y mi conciencia.

Cuando me desperté habían pasado no más de 20 minutos, el tiempo suficiente para sentir mi cuerpo enraizado en el hielo, sentir mis huesos entumecidos y mis orejas heladas, pues en este breve espacio de tiempo mi gorro se había caído al suelo, o al hielo.

Entonces fue cuando a tantos kilómetros y a tantos años me acordé de ti. ¿Por qué ahora de ti?

Tenías apenas 12 años, o quizás 10, no lo sé, año y medio más que yo, los mismos que tienes ahora, y me intentabas vender la moto de que si se te helaban las orejas un ligero golpe podía terminar con ellas, y yo, tonto de mí, por primera vez te creí.

Esa historia la estuve recordando años después, protegiendo, en mi vida, mis orejas como si fueran de cristal.

Hasta ayer

Ayer un zumbido constante, el frío polar de Umea en invierno y la melancolía embriagadora hicieron que recordara tu historia nuevamente cuando golpeé mi oreja contra un árbol y se rompió. Vi caer algo al hielo y lo cogí, me toqué la oreja y no sentí nada. El pulso se me aceleró y corrí hacia el centro de salud que había cerca del parque, llorando inquieto.

En mi pauperrimo sueco intenté explicarles lo que me pasaba y se les iluminó en la cara una sonrisa. Me trajeron un espejo para que yo viera que mi oreja seguía entera y que aquel trozo de "carne" que recogí no era más que un trozo de árbol helado; y que las orejas no se me iban a caer, a menos que siguiera escuchando tonterías
Y yo que no pienso que sean tonterías, me acordé de ti y me puse a llorar, porque recordaba aquellos abrazos, aquel amor inocente que nos profesábamos y tu risa que quise guardarme en el corazón para siempre.

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