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jueves, 22 de febrero de 2007

Dónde está Dios que no le veo

Hace tiempo que dejé de regar a mi Dios,
que dejó de crecer dentro de mí.
Quizás se espigó, o creció lo suficiente,
como pasar a formar parte de mi vida
sin compromisos y sin esfuerzo.
Creo en Dios o eso creo.
Soy muy racional
y sin embargo creo en Dios.
Al principio,

porque mis amigos también creían.
Podrían haberse ido a beber
o a dar vueltas con la moto,
pero creer en Dios salía más barato
y yo también creí
sin saber muy bien en que creía,
porque, como hoy, no me resultaba
nada comprometido.
Y con suaves capas de dulzura
iba patinando hasta mi interior;
sin preveerlo, sin grandes estruendos
y con pocas explicaciones que llegaban
en los momentos más adecuados.
Se cruzan en mi vida las personas adecuadas
me hablan de Dios sin abrir la boca
y me cala, me cala muy dentro.
Mi primer paso se llamaba Victoria
y mi atrevimiento me llevó a preguntarle:
- ¿Por qué crees en Dios?
- Y por qué no? - fue su respuesta
Y el silencio, y mi mirada escrutadora
me sirvieron de tiempo de reflexión.
Y pensé que entre creer o no creer
yo escogía lo que yo quisiera
y que escogiera lo que yo escogiera,
el mundo seguiría girando hacia el mismo lado,
y por tanto no había nada mejor
en una opción que en otra,
y me sentí libre para creer.
Hasta entonces había creído porque así
lo demandaba la Santa Madre Iglesia.
Con los años fue Pepe quien me respondió
a la misma pregunta: ¿Por qué crees?
Me dijo: - Yo soy cristiano, porque quiero
porque me sale rentable, y porque me hace libre.
En el momento que me sienta obligado,
diré que me borren de este club.
Y entonces las personas respondieron
y yo hice silencio a la hora que bajaba la cabeza.
Soy libre para creer y hacer lo que creo que debo de hacer
es lo que creo que debo de hacer.
Pasan los años y crece en mi la duda
y con la duda, la fe.
Realmente estoy haciendo la voluntad de Dios
o hago lo que me da la gana, en el nombre de Dios.
Aparece una pregunta que me cuestiona:
¿Señor, que quieres de mi?
Y me doy cuenta que no debo pleitesía a ningún Dios.
No tengo que agradar a ningún Dios
porque ningún Dios me vigila
sino que me acompaña en mis decisiones.
La última de mis preguntas aparece respondida
cuando Dios se transforma en sus imágenes
y no me encaja en mi vida con un papel.
Hasta que encuentro aquella canción
que decía que la Biblia lo dice y lo repite
en el Capítulo 4, versículo 8, de la 1 carta de San Juan:
"Dios es amor"
y todo parece de nuevo encajar en mi vida hasta hoy.
Dios no tiene caras, sólo tiene la cara del amor
y todo lo que se haga en nombre del amor,
y desde el corazón, es referencia de Dios.
Y la vida de Jesús, el hijo del amor,
es un intento de predicar, que o nos amamos un poco más
o todo se va un poco a pique,
que esos ritos que repetimos
o repiten los que domingo a domingo
van a misa, no dejan de ser
reflejos de ese amor: Que si se dan la paz
que si se abrazan, que si tienen una comun unión
que si se aman.
Que pena, que a veces, los que representan a ese Dios
olviden tan pronto que nada tiene sentido
sino es AMAR, sino es amando

1 comentario:

libertad dijo...

...Dios es amor, sí. Recuerdo aquella charla que tuvimos en un centro comercial en el que nos cerraron...Dios es amor, en eso coincidíamos.
Un beso