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martes, 13 de febrero de 2007

El sabor está en los oídos

El siguiente artículo no es mío, está extraído del New York Times
Y dice así:

Para unos pocos, el sabor está en los oídos del que contempla
Para algunas orejas, el siguiente menú de Acción de Gracias
suena (y sabe) absolutamente riquísimo:
Un ave rolliza rellena de Stephanie y servida con menudillos de civismo, acompañados de un bizcocho cubierto de dulces Londres, un tazón de actuaciones con sindicatos perlados y una guarnición de humeantes microscopios. De postre ciudad “a la mode” seguida de confesión.
Si usted simplemente fuera un un sinesteta desgustador de léxico, podría saborear esas palabras.
La gente que tiene sinestesia, una rara condición que se pasa de padres a hijos, mezcla sus sentidos. Pueden “ver” las letras, los números y las notas musicales como si fueran colores, una A mayúscula podría tener matices rojizos, 5 + 2 podría ser igual a azul, o B.B. King podría tocar en amarillos.
Unos pocos, los más raros, comenta Julia Simner (neurosicóloga cognitiva en la Universidad de Edimburgo) “saborean” involuntariamente las palabras cuando las oyen. En el estudio “El sabor de las palabras en la punta de la lengua”, publicado en la revista Nature, la Dra. Simner informó haber encontrado solo a 10 personas con estas características en Europa y los Estados Unidos.
La condición nos podría sonar como algo evidiable, pero puede ser poco placentera. Uno de los sujetos, comenta Simner, odia conducir porque las señales de tráfico hacen que su boca se inunde con sabores de helado de pistacho y cerúmen de oreja.
Y la doctora nos indica otro patrón.
Por ejemplo, la palabra “picar” (”mince” en inglés) hace que un sujeto saboree la carne picada, pero lo mismo le sucede con palabras que rimen con ella, por ejemplo “prince” (príncipe). Otro de los sujetos en cuanto escucha castañuelas saborea el atún. Otros solo saborean los nombres propios: John es su pan de trigo, William sus patatas.
No pueden decir por qué, comenta Simner. No es un momento como el de las magdalenas de Proust, los sabores simplemente llegan.
Pero no todos los sabores. Cuando la Dra. Simner comprobó su lista de palabras para las especialidades de hoy, descubrió los disparadores salivares para el menú del inicio del artículo. “Stephanie” estaba relacionada con el relleno de salvia, “civismo” con carne asada, “Londres” con patatas, “actuación” con guisantes, “sindicato” con cebollas, “microscopio” con zanahorias, “ciudad” con pastel de carne, y “confesión” con café.
Pero, desgraciadamente, no hay pavo, ni arándanos.
“Puedo ofrecerte un completo desayuno Inglés, comenta ella disculpándose. “Pero no una cena de Acción de Gracias”.

2 comentarios:

libertad dijo...

Qué curioso!! Tomo noto...a mí me pasaba, más antes que ahora, otra cosa (pero quizás eso nos pase a todos), y es que asocio los nombres de personas con cosas automáticamente. Por ejemplo, Mercedes: al oirlo aparece en mi cabeza una mortadela.
Francisco o Paco: una almohada blanca y esponjosa
Julia: un espárrago blanco....Y así...
uyuy qué mal estoy!
Un beso!
gracias por compartir

Dulcinea dijo...

¿Es por eso que cuando veo a la CHORI, huelo a mierda?
¿será por eso que cuándo oigo los pasos de MICHELIN, lo veo todo amarillo como si se desprendiese azufre a su paso?....

...uhmmm...interesante, todo este mundo de sensaciones.

;)